Alexander, el caso del niño que murio de forma tragica y aún se desconoce los motivos, ingreso al hospital por una aparente bronco-aspiración y al ser deribado a un segundo hospital, yá sin vida, se identifican signos de violencia sexual. Solo tenía 8 meses de vida el pequeño angelñito. Sin duda alguna, este nombre ha calado en o más profundo de las emociones,
además de los pensamientos del colectivo social boliviano y hasta a nivel
internacional; sus voces como eco estremecen y elucubran hasta los más profundo
de nuestras existencias.Son voces de
consternación, de queja, de clamor; llanto impotencia por ese angelito que no
pidió venir a este mundo y que su voz fue callada de la forma más atroz.
Sin duda
alguna las acciones que se vengan a realizar a partir de este hecho, tan
doloroso, serán y tienen que serlo lineamientos para que nunca más se vuelva a
repetir actos tan macabros. Pero… surge la pregunta, desde la mirada colectiva
¿Qué hacer con los agresores?,y por el otro lado ¿qué hacer para brindar una
verdadera protección a la niñez y adolescencia?. De entre tantas cavilaciones y
coloquios infructuosos con colegas sobre este hecho y digo infructuosos, pues
por más bonito que se hable y se trate de solucionar en las palabras…, solo
queda en eso palabras.
Es cierto,
y yo mismo lo promociono, que cuando se habla de acciones en este tipo de actos
lo más saludable es la prevención que la sanción; las personas con distorsión
de personalidad son producto de historia (lo más probable difícil), por ello debemos
hacer incidencia en la prevención en una verdadera atención integral a la
niñez, adolescencia y sobre todo a la familia. Ello implica que las personas
encargadas en hacer acción sean comprometidas, sensibles, con estabilidad
emocional y de personalidad; pero el colectivo social también demanda que sean
personas preparadas y formadas.
Qué hacer
con los agresores, sin duda alguna es un debate difícil de hacer conclusiva,
pues cada caso tiene su historia y en ella inmerso todo un mundo de
posibilidades, entre colegas la voz casi unánime es la de legalizar la pena de
muerte para violadores de infancia, niñez y adolescencia; contraste y
deontológicamente opuesto con la formación de psicólogos llamados a la
promoción de la salud psicológica. Sin embargo es responsabilidad y no solo de
profesionales sino de todo el colectivo el asumir la responsabilidad, como
digo: “toda acción entorno a la temática de violencia sexual, resulta en sí un
hecho de prevención y/o promoción, mucho hace la perspectiva en la que se ubique;
por acción u omisión somos actores”, el callarnos y no hacer nada para parar
ante un hecho de violencia sexual es simplemente un indicador de que está
permitido hacerlo. Violentadores somos o no somos cuando callamos y no hacemos
nada para evitarlo.
Alexander, pequeño niño que ni certificado de nacimiento tiene, tu voz (antes de haber aprendido a
hablar siquiera) resuena en nuestras conciencias diciéndonos que estamos
haciendo, lo que te paso moviliza nuestras emociones más sentidas y cala hasta
los más profundo de nuestras existencias. Nuestro llanto es como si te
conociéramos de siempre, el imaginar tu llanto es como un recuerdo de madre, de
padre, de hermano y hermana que se ahoga en la impotencia de no poder evitar lo
que te paso; la rabia incontenida de un duelo difícil de asimilar… ¿quién esa persona
perversa que no tuvo clemencia de ti? Tu silencio a la vida es un grito que nos
llama a no callar lo que te paso… Dios mío, dale lo que en esta tierra cada vez
más insensible no supimos darle.