Hace un
poco más de una década psicólogos del norte (de gringolandía), manifestaban, en
una actitud muy paternalista por cierto, que la educación hacía los hijos y la
familia debe de convertirse en un espacio democrático, los niños tienen voz y
voto; su opinión importa. También dijeron que como ellos son sujetos de
derechos, como padres debemos respetar su intimidad.
Muchos
profesionales y no solo psicólogos, sino también pedagogos, sociólogos, maestros,
médicos, entre otros terminaron por darles la razón. Pasaron los años y esos
profesionales al dar cuenta de su opinión peligrosa y parcializada empezaron a
darse, y con mucha razón, contra la pared por el error.
Pero
¿Cuál error? El de parcializarse en la afirmación de que simplemente la familia
es un ente democrático. Desde nuestro sur hemos entendido claramente que en una
familia no puede haber democracia, porque se supone que los niños están
construyendo un conocimiento y por tal quien genera ese saber son los padres,
no hay democracia en una familia porque si todo lo lanzamos a plebiscito y
consulta popular que quieren; dudo mucho que de buena gana los niños digan que
quieren comer verduras o sopa; y quien enseña esos hábitos saludables de vida…
los padres.
Otro
error crucial es el de respetar su intimidad a raja tabla, aún en la
posibilidad de que exista la certeza de que anda por malos pasos, o venga
haciendo algo malo. Los datos lo demuestran: la mayoría de conductas
delincuentes en nuestro Potosí son a manos de adolescentes (atracos, robos,
etc.); los embarazos adolescentes se incrementan (a colación: se habló tanto de
derechos sexuales que hay cientos de proyectos para hablar de éste tema, pero
¿se hablara de responsabilidades?), la salud sexual se ha vuelto un mercado
antes que una responsabilidad; más niños y adolescentes practican el SEXTING
(es el transtorno de tomar fotos y/o filmar con el celular a alguien en
situación desventajosa y con connotación sexual para compartirla con otras
personas), generalmente son imágenes teniendo relaciones sexuales, desnudos; en
Bolivia se estima que 6 de cada 10 adolescentes de entre 12 y 18 años la
practican, la suben al internet, se envían en mensajitos de celular a celular…
y muchos padres consideran que debemos respetar su intimidad.
Nuestras prácticas culturales, milenarias,
muchas de sus acciones generaban regios hábitos de vida, de esfuerzo y
sacrificio. Desde nuestro sur fuimos capaces de generar
grandes propuestas, somos capaces de hacer praxis constantemente y tenemos
mucho que enseñar. Creer que todo lo que consumimos del norte es bueno es una
aberración, muchos profesionales se arrepintieron de dar afirmaciones en el
pasado que ahora dieron a nacer una adolescencia más descarriada que un cabrito
en la montaña, niños y adolescentes con conductas sumamente transtornadas… Por
eso manifiesto, a los que somos padres, que nuestro norte sea nuestro sur.
A
ResponderEliminar