martes, 1 de febrero de 2011

LA CURVA DEL SUICIDIO

Presentando el taller a participantes del congreso
Invitado por la Carrera de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Puno-Perú, me presente a mostrar experiencias en el campo profesional en cuanto a las conductas e ideaciones suicidas identificadas a lo largo de estos primeros años de investigación, mis primeras aportaciones en cuanto a Educación Emocional. Siendo que este tema es uno de los más comentados y poco estudiados, o quizás por la aparente irrelevancia que se presenta, tanto para el protagonista del acto suicida como para algunos cientístas en la que no se puede establecer estrategías de intervenciónsobre algo yá consumado. Más aún que son pocos los abordages a nivel latinoamericano en sus diferentes etapas.
Para algunos les resulta difícil considerar acabar con la existencia propia, hace pensar en las dificultades que pueda estar cursando y aún así es imposible concebir suicidarse. Se piensan la presencia de (muchos) factores que contribuyen a ello, “como la pérdida de figuras significativas en edades tempranas de la vida, una niñez desdichada en un medio familiar caótico, matizado por maltrato infantil, abuso sexual o psicológico, abandono; el padecimiento de enfermedades mentales graves que deterioran el juicio, las
emociones, además de la conducta; determinadas enfermedades físicas que comprometen la calidad de vida, por discapacidad o el dolor que traen consigo, entre otros”[1].
La curva del suicidio
Nos sentimos obligados a cumplir con lo que nos exige esta sociedad y por su puesto estas tienen que ser creativas, sino estas fuera: del trabajo, del grupo de amigos, hasta para mantener una relación afectiva resulta complicado. Frente a estas imposibilidades terminamos asumiendo distintas perspectivas (desde nuestras distintas  simplicidades y/o subjetividades) conductas que sean complacientes o nó, simplemente en un afan de “lograr aceptación del otro, y cada vez se tiene metas más acuciantes por cumplir”[2]. Pero la magnificación de problemas que no son tales y minimizar los recursos propios, por sólo citar algunos ejemplos hacen percibir a la persona como un ser incompleto deseoso de un objeto, un sujeto o algo que lo complete.
La confrontación hacia la muerte con preguntas existenciales, es una lectura de la expresión de la vida, es una serie de expresiones del significado de la vida misma y a la vez dar cuenta del valor de aprender a vivir en la experiencia. De que la muerte, a manera de objetivo, sea entendida comprendida y reflejada, a manera de mecanismos reactivo-adaptativos a un comportamiento anormal.
Junto a expositores y organizadores del congreso
En el 2do. gráfico presente hacemos la representación gráfica de la curva del suicidio identificando como una posible respuesta a las distintas etapas que se subyacen en las distintas conductas o mejor dicho aún, en las distintas etapas del suicidio.
En el buen vivir, en el aprendizaje del otro a través del testimonio de vida, se encuentra el sentido de vivir, o lo que denominamos La educación de la vida se encuentra plasmada en la Educación de Las emociones. Además, de considerar aspectos relacionados con la prevención del suicidio, entender el aprender en la experiencia de la vida con relación al amor imprescindible para aprender a vivir.
Esa fue la rqazón por la que estuvimos presentes en este evento, visibilizar lo indivisible hasta ahora, particularmente en nuestra realidad Boliviana. Demanda de nosotros los actores principales en esta película de la vida mostrar y mostrarnos ante nosotros mismos las posibilidades del buen vivir.


[1] Pérez, B., Psicoterapia para aprender a vivir, p. 1
[2] Rosales, J. C., Acerca de la investigación del suicidio. Psicología Salud y Educación: avances y perspectivas en América Latina, p.161

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